Ideota: Fran Sedevich.

miércoles, 4 de junio de 2014

VIVIR SOLO

*Abre Google Chrome*
*Tipea "anecdo.."*
*Google Chrome inteligentemente sugiere anecdo-otario.blogspot.com.ar*
*Ingresa al blog. Hay polvo acumulado sobre la cara superior de la manija de la puerta. Dentro del blog son observables los clásicos vestigios que permanecen luego de una celebración (hablando de aquel lejano festejo en homenaje al aniversario de este lugar). Colillas de cigarrillo esparcidas aleatoriamente y con marcas personales en cada uno de ellos. Algunos con labial rojo pasión. Otros, machacados con furia contra algún cenicero o mesada. Los restantes han sido pisoteados despectivamente o simplemente arrojados al vacío del suelo. Las manchas del piso hacen que las suelas de las zapatillas se peguen por unos microsegundos al mismo. Las botellas y las jarras pueblan toda superficie plana del lugar. Y el aroma, el aroma es ese efluvio que se siente agradable un sábado a la madrugada, pero detestable un domingo a la siesta.*

El dieciocho de febrero fue la última vez que estuve por acá decidido a escribir (y publicar) algo. Hoy, no sé si el frío o lo gris del día (aunque esté soleado) me llamaron de nuevo.

Ayer tuve una clase bastante gratificante a nivel personal. La materia se llama "tecnologías en la comunicación pedagógica" y básicamente nos enseñan a utilizar algunos elementos tecnológicos para enseñar. Entre varios de los insumos disponibles para esta tarea se encuentran los blogs (sí, también se pueden usar para aprender algo, ja). Y como la profesora tenía entendido que yo poseía un blog, me invitó a abrirlo y mostrarlo a la clase. Le expliqué que mi blog estaba lejos de ser "académico", o "pedagógico". No obstante, ella insistió.

Al abrir el blog tuve un sentimiento de nostalgia. Le mostré a la profesora y a mis compañeros de clase varias de mis anécdotas y me produjo un sentimiento reconfortante. Me hizo acordarme muchas de las cosas que pienso y creo, y otras en las que ya no, pero que muestran eso que soy y que fui. Y me dieron ganas de volver a escribir. Escribir es pensar y creo fervientemente que somos lo que pensamos.

Así que acá estoy, precisamente tres meses y dieciocho días después, volviendo a lo mío.

Sin más, pasemos a la anécdota de hoy. *respira profundo* *sonríe* *se rasca un poquito la parte entre los testículos y el ano* *procede*.

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Vivir solo debe ser, en perspectiva, una de las experiencias más movilizantes que me tocó vivir.

Es un cambio de paradigma, un traslado de todo aquello a lo que estabas acostumbrado hacia algo diferente.

A quienes nunca abandono es a mis queridos compinches, los fiesteros de la Real Academia Española. Vamos a ver qué nos dicen ellos de lo que significa esto de hablar de "Solo".

solo1, la.
adj. Dicho de una persona: Sin compañía.

Tan simple como eso. Vivir solo es permanecer en un lugar donde ninguna otra persona está.

Como sabemos, el ser humano es condicionado constantemente por el contacto con otros seres humanos. Por lo tanto, vivir solo, tener un lugar para estar solo, significa que existe un lugar y un momento en el que no hay nadie que esté ahí para condicionarnos. Un lugar y un momento en el que somos libres de toda presión y opresión ejercida implícitamente por los humanos colindantes. La vestimenta, los modales, la buena presencia. Todos inventos que constantemente le hacen bullying a nuestra libertad de ser esos cerdos egoístas que el mundo quiso que fuéramos en un primer lugar. Todos anulados, todos inexistentes a partir de ese momento que miramos alrededor y decimos "acá no hay nadie más y seguramente no va a haberlo en un futuro cercano".

El momento en que el sujeto se da cuenta de esto es, por un lado memorable, por otro, irreversible.

Por lo general ocurre el día post-mudanza. El día de la mudanza uno termina agotado e irritado con la gente de la empresa de mudanza que extravió nuestra bolsa de calzoncillos y pintó una hermosa línea en la pared del living con una de las puntas de madera del chifonier cuando torpemente intentaba ubicarlo al mismo tiempo que discutían entre ellos el injusto off-side cobrado contra Defensa y Justicia en la décimo segunda fecha de la Primera B Metropolitana.

Ese día uno se acuesta a dormir y entra en un profundo estado de sopor. Ésto no es a causa del cansancio, no. Es debido a que dentro de nuestra mente se está produciendo el cambio, el despertar, el click. Al otro día uno se despierta y ya es otra persona. Una persona que vive SOLA.

La persona que vive sola, siempre reflexiona directa o indirectamente sobre su condición de vivir solo. Lo hace a través de frases como las siguientes:

"Hoy simplemente voy a andar todo el día en pito por la casa."
"Son las tres de la mañana, pero voy a poner el agua para hacerme un arroz con dulce de leche."
"Cerrar la puerta del baño para darme una ducha? Por favor, eso quedó en el pasado."
"Cerrar la puerta del baño para cagar? JAJAJAJAJAJAJA."
"Se me acaba de antojar escuchar la discografía entera de Metallica en volumen 146." (Martes, 4:56 A.M.)
"Me pintó hacer enmarcar una foto de tu vieja y colgarla en el antebaño."
"Hoy simplemente voy a salir a sacar la basura al pallier en pito."
"Sale maratón de Seinfeld en pito!"
"Ahora me pongo a estudiar Didáctica un rato... en pito."
(Nótese que casi todo puede hacerse en pito. Excepto cocinar cosas con aceite. Para eso ponerse un boxer. CRÉANME.)

Vivir solo es fantástico, pero no es perfecto. Por qué? Porque la naturaleza es sabia, man. Nada puede ser perfecto, sos loco vos?

Busquemos entonces una segunda opinión de los party hard de la Real Academia, acerca de qué es esto de estar "solo".

solo1, la.
adj. Que no tiene quien le ampare, socorra o consuele en sus necesidades o aflicciones.

Ajá!

Claro, dirán ustedes, aquel que vive solo carece de la compañía, el afecto, el cariño, el apoyo que le brinda la presencia de otra persona.

Pero no, ilusos... el que vive solo no puede hacer uso de uno de los inventos más maravillosos de la historia:

LA DIVISIÓN DE TAREAS.

Ese maravilloso sentimiento de poder decir "hoy te toca a vos", "yo cocino pero vos lavás", "cuando vuelva no quiero ver ese sorete flotando en el inodoro", y demás.

Vivir solo es no tener la oportunidad de encajarle a otra persona la tarea de hacer esas cosas que de vez en cuando no tenemos ganas de hacer.

Por ejemplo, a mi me encanta cocinar. Por eso, mi momento favorito de la vida es cuando NO tengo que hacerlo.

Permítanme ponerles un ejemplo.

"La madre cocina rico, pero el padre... Dios mío! Los domingos se manda unos asaditos o unas pizzas caseras que son una delicia. Les pone de todo, y además incluye entrada y postre. Y por sobre todas las cosas se nota que lo re disfruta."

Les suena conocido?

Más vale que lo disfruta, y sabés por qué? PORQUE LO TIENE QUE HACER UNA VEZ POR SEMANA. O a veces ni eso. Si lo TENÉS que hacer todos los días no lo disfrutás. Nada, nunca.

Por eso, mi momento favorito del día es cuando llega la hora de comer y no tengo que cocinar.

Además cocinar para sobrevivir es un bajón. En vez de comer lo que querés tenés que comer lo que está más próximo a vencerse.

"Me re cabe una pizza, pero mejor me hago un revuelto de cebolla, manzana, capeletis y mostaza porque expira todo mañana y las manzanas ya parecen ciruelas pateadas por Acero Cali."

Por supuesto, no todo está perdido.

Por suerte, existe esa gente maravillosa que está dispuesta a enviarnos comida ya hecha, que solo debemos calentar (o ni siquiera) de vez en cuando: La familia.

El momento glorioso de destapar ese tupper rosado de bordes redondeados y sentir ese delicioso olor a esfuerzo y dedicación ajenos es incomparable.

El fin de semana pasado recibí mi favorito: El tupper opaco.

El tupper opaco es un mundo de misterio, de sorpresa. Desde el momento en que te lo entregan sentís que no podés aguantar el deseo de descubrir qué deleitante manjar se encuentra ahí adentro.

Mi abuelo es el dueño del tupper opaco. Tenemos este momento, no? En el que él me da el tupper y tranquilamente me podría decir qué es lo que hay adentro. Pero no, él elige no hacerlo y yo elijo no preguntar. En cambio, se produce este cruce de miradas cómplices. Él también lo disfruta, disfruta saber que ahí adentro hay algo que yo deseo con locura y que mi deseo se incrementa exponencialmente en los veinticinco minutos que demoro en llegar a mi casa y abrir el tupper. Él lo sabe y decide no decirme, decide dejarme tener eso. Tengo un fetiche con los tupper. ah

Así fue. Recibí el tupper y vine a mi casa tan rápido como pude. Las manos me transpiraban, el corazón me latía fuerte. En los pasados días había ingerido solamente sopas Knorr, atún (directo desde la lata) y galletitas con paté. Así que ésto era como la final del mundial para mí.

Lo abrí y ahí estaba. Una abundante porción de pastel de carne. Esa maravillosa combinación de pequeños trozos de cuadril, salteados con cebolla, zanahoria y pimiento. Combinación que se mezcla con huevos duros cortados en mitades, aceitunas enteras y pasas de uva, así como también condimentos varios. Toda esta delicia ubicada entre dos capas de puré de papas posta, no de sobre. La capa superior del puré está dorada y tiene arriba un poco de azucar esparcido y unos pequeños trocitos de perejil. Si eso no es una comida completa, la putísima madre que los parió, qué lo es?

Sentí como el espacio entre los dientes y las mejillas se poblaba rápidamente de saliva y mis pulsaciones aumentaban. Lo toqué, puse mi mano arriba de él y estaba frío. No aguantaba, pero lo quería caliente. (Parece porno, sí. La comida es mi porno.) Así que ferozmente lo puse en un plato y lo introduje en el microondas. Lo calenté dos minutos.

La cosa con el pastel de carne es así, al ser como un bloque de comida es difícil calentarlo en el microondas, lo que ocurre generalmente es que los bordes se calientan pero el centro sigue igual de frío luego de los dos minutos.

Así ocurrió. Me comí los bordes a ritmo desaforado. Estaban hirviendo. Por lo que ponía los pedazos en mi boca y los llevaba con la lengua de un costado al otro para producir quemaduras parejas en toda la superficie. Todo esto mientras soplaba y a su vez con la mano abanicaba hacia adentro de mi boca. Un espectáculo patético.

Me terminé los bordes y en el trayecto encontré dos aceitunas que comí, por lo que quedaron dos carozos en el plato. Llegó la hora de hacer la segunda calentada, con el fin de calentar ahora sí el centro y poder terminarme el manjar.

Pero claro, antes de eso me dispuse a tirar los carozos de aceituna, ya que no había ningún motivo para volver a someterlos a la tortura del microondas.

Acá es donde se diferencia al pelotudo del inteligente. El inteligente hubiera agarrado con la mano los dos carozos y los hubiera depositado tranquilamente en el tacho de basura.

Yo, por otra parte, tomé el plato y lo acerqué al tacho de basura. Comencé a inclinarlo con una mano y con la otra sostenía el tenedor, con el cual intentaba dirigir los carozos al tacho de basura. Los carozos cayeron en el tacho, sí. Y el centro de mi pastel de papa, también.

Herido, desolado, sin nadie que me "ampare, socorra o consuele en mis necesidades o aflicciones", solo. Miré el pedazo de pastel yacer entre cáscaras de manzana, cenizas de cigarrillo y envolturas de Flynn Paff. Agarré el tenedor como una espada y formé una tenaza entre éste y mi dedo índice, la que usé para levantar el pastel de carne y comérmelo ahí, parado, sucio y frío.

Eso es vivir solo.

Salúd!

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